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lunes, 7 de abril de 2014

Un extraño encuentro

   
  El multimillonario sudafricano se preguntaba, mientras paseaba fumando tranquilamente un cigarrillo cerca del Puente de la Torre de Londres, quién sería el infiltrado. Tras pensar unos minutos, se reconoció a sí mismo, que no tenía ni la menor idea. Los cuatro hombres que le daban su apoyo y le prestaban sus ideas, habían sido estudiados concienzudamente por sus espías a sueldo. Éstos le habían dado sus aprobación, y él, por su parte, nunca había dudado de ellos. Hasta ahora.

     Se preguntó a sí mismo qué hacer, ¿qué opciones tenía? Tal vez encargar que los liquidasen a los cuatro... no, eso despertaría demasiadas sospechas entre el resto de los socios de su organización. Ellos eran hombres importantes e influyentes en sus países de origen. No, definitivamente no podía encargar que los matasen.

     Tal vez debería cambiar a los miembros del Consejo; pero eso tampoco era fácil, ¿qué alegaría para tomar una decisión tan drástica? No podía confesar la verdad: que había un traidor entre ellos. Eso los hubiera puesto en alerta y hubiese precipitado las cosas.

     Desde luego que no era una decisión fácil. Lo más prudente era continuar en paradero desconocido y seguir trabajando en solitario.

     Corría el mes de julio de 2013 y eran las doce y media de la noche de un jueves. A pesar de la hora hacía calor; pero a orillas del Támesis refrescaba un poco. Lo malo era el hedor que sus turbias aguas desprendían a veces, sobre todo en verano. 
     
     Bryan observó de pronto la figura de una mujer alta espigada que se dirigía titubeante a la barandilla que bordeaba el río. La mujer era rubia y tenía la piel muy clara. La típica inglesa, -pensó Bryan -La mujer, una joven delgada que aparentaba treinta y dos o treinta y tres años, caminaba lentamente en dirección al Támesis, y a unos diez o doce metros por delante de Gibson.


     Parecía no haber reparado en la presencia de él. Caminaba bamboleándose ligeramente con pasos inseguros, como si estuviera borracha o drogada. Iba vestida con una vistosa y llamativa falda blanca estampada con rosas rojas por encima de las rodillas, y una camiseta de tirantes de color azul celeste, ajustada, que marcaba sus pechos juveniles de mediano tamaño.

     Bryan se paró y se quedó mirándola, intrigado por lo que hacía la chica, sola, y a tales horas de la noche en un día laborable.

     La joven llegó a la barandilla y apoyó sus brazos en ella, mirando con tristeza a través de sus grandes ojos azules las agitadas, turbulentas y oscuras aguas del Támesis. De repente, hizo fuerza con sus brazos y se irguió sobre la barandilla. Eso fue todo lo que Bryan necesitó para entrar en acción. Tiró la colilla de su cigarrillo y corrió rápidamente para superar los pocos metros que los separaban. Acudió justo a tiempo, la cogió por la breve cintura, antes de que la bella desconocida pasase todo su joven y escultural cuerpo por encima de la barandilla.

     -¿Qué hace usted, señorita? -Le preguntó Gibson cuando la bajó de la barandilla, que servía de muralla protectora a los viandantes que caminaban por la ladera este del Támesis.

     -Nada...déjeme. -Dijo la bella joven mirándolo con sus tristes ojazos azules.

     Bryan notó el cálido aliento de la chica que olía levemente a tabaco y a whisky, pero no le pareció desagradable.

     -No voy a dejar que se suicide tirándose al río. -Le contestó con firmeza, sin soltarla.

     -¿Y porqué no? ¿A usted qué le importa? No me conoce de nada. -Le contestó ella con una sonrisa triste en sus labios carnosos y bien definidos por el pintalabios de color rojo que usaba.

     -¿Cómo se llama?

     -Gwen.

     -Muy bien, Gwen. Yo me llamo Bryan. Sean cuales sean sus problemas, el suicidio no es la mejor forma de resolverlos.

     -¿Y usted qué sabe? Hace una semana me despidieron de la boutique en la que trabajaba por discutir con una clienta, y esta noche mi novio me ha dejado después de cinco años de relaciones, ¿le parece poco? -Le preguntó ella, airada. -Mi vida es una basura sin sentido alguno. -Añadió con voz melancólica y casi en un susurro.

     

   





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