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miércoles, 1 de enero de 2014

Introducción

     Aquella misma noche de Halloween, una pandilla de jóvenes adolescentes compuesta por tres chicos, y dos chicas, paseaban ebrios de alcohol, fumando porros, y celebrando su vitalidad, su libertad y su juventud, cerca del cementerio de Highate. Curiosamente, las puertas permanecían abiertas de par en par, como invitándoles a entrar en el sombrío y neblinoso recinto del camposanto. No era normal que las puertas estuvieran abiertas a aquellas horas, alguien las habría forzado, o tal vez alguien se había olvidado de cerrarlas.

     Los jóvenes, entre risas y bromas tontas, se decidieron a entrar para culminar su noche de juerga y desenfreno. Alguno dijo que él era capaz de hacer el amor entre las tumbas. Todos rieron su macabra broma.


     -¡Eh, chicos! Me parece que he visto algo moverse entre las tumbas, por allí. -Dijo una de las chicas, señalando a su izquierda.


     -¡Habrá sido un gato! -Le contestó uno de los chicos, riendo.


     -¡O un vampiro! -Dijo otro, después de darle una calada a su porro. -Después se rió de forma convulsiva, casi como si tuviera un ataque de epilepsia.


     -Mirad chicos, parece que hay algo, o alguien, encima de esa tumba.- Dijo la otra chica, una bella joven de dieciséis años, rubia y con angelicales ojos azules, por la que suspiraban en secreto dos de los chicos de la pandilla, y también algunos otros del instituto en el que estudiaban.


     Todos se callaron de repente, intrigados y asustados al mismo tiempo. La posibilidad de hacer el ridículo, y quedar como cobardes ante sus amigos, fue lo único que les impidió salir corriendo del  cementerio en dirección a sus casas respectivas.


     Se acercaron lo que vieron les dejó completamente aterrorizados. Bloqueados y sin habla. Sobre una tumba yacía el cadáver de una mujer de mediada edad, pelirroja, y con la cabeza casi separada del cuerpo. Asimismo, una de las piernas, y también uno de los brazos, aparecían cortados, desgajados del cuerpo. su cuerpo parecía haber sido cortado por un hacha, o tal vez por una sierra mecánica. Un gran charco de sangre resbalaba y se deslizaba encima de la tumba.


     Una de las chicas cayó al suelo desmayada, y casi se golpea la cabeza con una de las tumbas. La otra gritó y gritó como una posesa, presa del pánico. Sus amigos se apresuraron a calmarla, y a levantar a su amiga del suelo y reanimarla moviéndole ligeramente la cabeza, y dándole palmaditas en la cara. Otro de los chicos sacó su móvil para llamar a Scotland Yard.